
«Cuéntame, Sésamo busca a personitas que tengan un mínimo de interés por la naturaleza y que disfruten descubriendo cosas nuevas»
Entrevista con la autora.
Aina S. Erice es bióloga de formación y escritora-divulgadora de vocación. Se licenció en la Universitat de les Illes Balears, donde también realizó una maestría en Biología de las Plantas en Condiciones Mediterráneas. Además de Cuéntame, Sésamo es autora del libro La Invención del Reino Vegetal (Ariel, 2015) y del blog imaginandovegetales.com. Como educadora ambiental infantil, está cada vez más convencida de que los niños (¡y los adultos!) necesitan descubrir lo increíblemente importantes que son las plantas en nuestras vidas.
-¿Qué te ha llevado a escribir este libro?
La semilla de Cuéntame, Sésamo nació hace siete años, cuando empecé a investigar sobre etnobotánica (es decir, historias de nuestra relación con las plantas) para escribir otro libro: La Invención del Reino Vegetal.
Aquel era un ensayo para niños adultos, pero entonces me llamó la atención algo en lo que nunca me había fijado mucho: y es que las plantas estaban muy, muy presentes en montones de cuentos de hadas. De hecho, los cuentos se colaron en los títulos de muchos capítulos de aquel libro.
Y se me ocurrió: ¿no sería divertidísimo escribir algún día un libro infantil que tratase de las plantas que participan en —incluso a veces co-protagonizan— los cuentos?

Portada y contraportada del libro de Aina S. Erice.
Aquella semilla se quedó dormida; pasaron los años, salieron otros proyectos… hasta que tuve la suerte de tropezarme con Teresa Benéitez (la fundadora y fuerza motriz tras la editorial A Fin de Cuentos) a raíz de su primer libro, Aventuras y Desventuras de los Alimentos que Cambiaron el Mundo. Y al preguntarme Teresa si tenía alguna intención de escribir un libro infantil… pues se puso a regar aquella semilla durmiente. Y claro, germinó y creció hasta convertirse en Cuéntame, Sésamo.
-¿Por qué esa mezcla de literatura y botánica?
Porque la diversidad de forma es bella, y creo en ella. Literatura y divulgación botánica son dos formas distintas y complementarias de transmitir un mensaje.
La divulgación botánica quiere que descubras información interesante, y sus intenciones están muy claras: quiere enseñarte cosas maravillosas que desconocías.
La literatura, en cambio, puede ser como una de esas viejecitas que aparecen en los cuentos: las tratas con atención, te regalan una bolsa de avellanas a la que no le das la más mínima importancia… hasta que luego descubres que cada avellana escondía un tesoro dentro.
La literatura puede parecer un mero entretenimiento, un preludio a la enjundia divulgativa… cuando en realidad es un potentísimo vehículo para transmitir ideas, valores, y sí, incluso información científica e históricamente correcta.
Literatura, divulgación y actividades prácticas son como “Las Tres Hermanas” que salen (en el apartado de la Cenicienta) en Cuéntame, Sésamo: se complementan a la perfección, siendo más fuertes juntas, que separadas.
-¿Cómo has hecho la selección de cuentos?
La elección ha sido una mezcla de popularidad general, preferencias personales, y pragmatismo editorial.
Para lograr colarse en nuestro índice, un cuento tenía que:
1) Incluir algún elemento vegetal interesante (que no suele ser difícil), y
2) Ser un clásico popular.
Aunque se han quedado en el tintero algunos de los cuentos incluidos en la propuesta inicial, los nueve finalistas nos hablan de temáticas tan importantes como puedan ser la agrobiodiversidad que nos comemos, el papel de las plantas en la construcción, las plantas textiles y tintóreas, o las flores que hemos plantado en nuestros jardines.
Mi sueño (o uno de ellos, al menos) sería poder convertir este libro en el principio de una serie, y que en los números siguientes puedan tocarse aspectos como las plantas en la medicina, o en el mundo de la música.

La Bella Durmiente, uno de los nueve cuentos que forman parte del libro.
-¿A qué público te diriges?
A personitas con mucha curiosidad… y a todos los niños grandes en sus respectivas familias.
Creo que la edad a partir de la cual puede sacársele más provecho está alrededor de los 10 años (pero me he encontrado con pequeños sabios de 8 años y menos, así que…).
-¿Por qué incorporas una actividad al final de cada capítulo?
La idea inicial fue de Teresa, y me pareció muy acertada, pues veo a diario que la mejor manera de aprender es haciendo— y si es en familia, mejor.

En el cuento de Blancanieves, Aina explica a qué se debe la gran diversidad de manzanas que existen.
Leer un libro es valiosísimo, sí; pero experimentar alguna de las actividades de Cuéntame, Sésamo en primera persona te convierte en co-protagonista del libro. Más allá de si te salen bien o mal, el valor está en ponerlas en práctica con espíritu curioso (¿a ver cómo saldrá esto?), y divertirte mientras lo haces.
-¿Con qué argumentos recomendarías Cuéntame, Sésamo?; ¿cuáles te parecen sus principales méritos?
Cuéntame, Sésamo busca a personitas que tengan un mínimo de interés por la naturaleza y que disfruten descubriendo cosas nuevas.
Preferiblemente, que disfruten leyendo (o que tengan cerca a algún adulto que disfrute leyéndoles en voz alta…).
No sé cómo lo juzgarán los demás, pero por la parte que me toca estoy especialmente contenta de cómo quedaron los cuentos vegetófilos, y de las etiquetas botánicas que inundan el libro ¡y que añaden una cantidad de información extra bárbara! Mi esperanza es que sirva como trampolín para la curiosidad de quien lo lea, y que al cerrar el libro nunca vuelva a escuchar un cuento o una historia sin pensar en las plantas que la hicieron posible.
Por la parte que no me toca, pero que he vivido muy de cerca como asesora botánica, je je… estoy requete-encantada con las ilustraciones de Jacobo. Éstas han convertido el libro en algo excepcional no sólo por lo bello, sino también por lo botánicamente correcto: las plantas que viven en las ilustraciones son plantas reales, con su nombre y sus propiedades, que también viven en nuestros campos, bosques y jardines. La voluntad, el esfuerzo y el entusiasmo de Jacobo por aunar ciencia y estética han sido un regalo para mí —y, por extensión, creo que también para (¿casi?) todo científico que se acerque a Cuéntame, Sésamo.