
En la Orilla (1) Reflexiones estivales sobre promoción de la lectura

Fotos: Gotzone Agiriano
Roman Belmonte, Donde viven los monstruos: LIJ
No hacer nada está muy bien. Esta cita no pertenece a un filósofo, sino a mi hijo pequeño, que a veces lanza aforismos como disparos de escopeta -por lo simples y devastadores-. En estos tiempos locos, convendría, en efecto, reivindicar la belleza de no hacer nada: sentir el dulce picor del sol del verano, la caricia de la brisa, el gustoso masaje de la indolencia. Y si hacemos algo, nada de grandilocuencias ni trabajos extenuantes. Si quiere retomar ese clásico que se le resiste desde hace años, o, como hizo Marx en un balneario veraniego, devorar a Hegel «de cabo a rabo», hágalo con cariño, despaciosamente, lejos de esas prisas de cadena de montaje, tan de nuestro tiempo. Elogie la pereza, el lento movimiento de las nubes. En esa línea, con cariño y parsimonia iremos incluyendo aquí unas pequeñas entradas, reflexiones prestadas que, bajo el título de En la Orilla, publicaremos durante todo el tiempo estival y que giran entorno a un importante tema.
Y este es el tema.
Hace unos cuantos días, leyendo una de las entradas del siempre interesante blog de Ana Garralón, anatarambana literatura infantil, en la que enumeraba los riesgos que la mediación lectora conlleva -con la posibilidad de espantar lectores en lugar de crearlos-, me llamó la atención que destacara el hecho de que esta actividad se encuentre casi exclusivamente en manos de mujeres.
Según Ana Garralón, la falta de modelos masculinos hace que un grupo de varones no considere la lectura importante. Y señalaba también otro handicap: las mujeres recomiendan casi en exclusiva novelas, lo que «impide a los lectores de informativos sentirse parte de la comunidad de lectores».
Así me pareció interesante abrir el debate -debate, por otra parte, que no es nuevo sino que tiene kilos de referencias bibliográficas a sus espaldas- a otros especialistas. Comenzamos con Román Belmonte, Donde Viven Los Monstruos: LIJ
«Sobre la falta de modelos masculinos en la mediación lectora, coincido plenamente con Ana Garralón. Basta con ir a cualquier charla o taller sobre lectura e infancia, y constatar que entre el noventa y el cien por cien de los asistentes son mujeres. Esto se debe principalmente a dos factores. El primero es que la crianza y la educación, sobre todo la educación infantil y primaria, la siguen desempeñando las mujeres, y la segunda es que la lectura está cada vez más extendida entre la población femenina por ser un instrumento de distinción social que las revoluciones feministas han ido afianzando durante los últimos siglos. Por todo esto el modelo femenino es el que prevalece en la mediación lectora durante los primeros años de vida.