El naranjo (castellano)

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¡Para el Naranjo no hay un momento de paz! Apenas acaba de transformarse en un hermoso árbol cuando los pájaros le quitan sus frutos, una oruga se come sus hojas y un agricultor llega con grandes tijeras… Pero llega un momento en el que ya no aguanta más. Así que decide mostrar a todos lo que se siente al ser cortado y comido. Cuando llega la policía, emprende una audaz huida por los tejados de los edificios, por las escaleras mecánicas, en barco e incluso en un avión que le llevará a una hermosa isla. ¿Y qué pasa con el naranjo recién nacido? Pues bien, ¡parece que todo el mundo ha aprendido algo de esta historia! Como también nos dice Andrea Antinori: «¡Nunca molestes a un naranjo en crecimiento!».

 

Autor e ilustrador: Andrea Antinori

Idioma: castellano

Formato: 17 cm. x 22,5 cm.

Encuadernación: Tapa dura
Número de páginas: 40

ISBN: 978-84-124908-2-4

 

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Andrea Antinori

(Recanati, Italia, 1992) Andrea Antinori es un autor joven pero con una carrera llena de éxitos. Se formó el ISIA de Urbino y en la Escola Massana de Barcelona. Desde 2013 trabaja como autor e ilustrador para editoriales italianas y extranjeras. En 2017, junto con la editorial Biancoenero Edizioni y el autor Vincent Cuvellier ganó el premio Andersen al "mejor libro de 6/9 años". Ese mismo año y en 2020, 2021 y 2022 participó en la muestra de ilustradores de la Feria del Libro Infantil de Bolonia. Su libro "La grande battaglia" fue elegido como "Mejor libro ilustrado internacional" en la Feria del libro de Shanghái de 2019. En 2023 ha resultado ganador del Premio Internacional de Ilustración de la Feria del Libro Infantil de Bolonia - Fundación SM.

Zenda El naranjo, de Andrea Antinori: Arte de viveza 31 Ene 2023/JOSÉ ANTONIO ESCRIG APARICIO / Andrea Antinori Leer El naranjo permite comprender de un modo gozoso y a simple vista (el libro no llega a las 20 palabras, casi todas onomatopeyas repetidas) las claves de la obra de Andrea Antinori, uno de los artistas jóvenes más interesantes del panorama contemporáneo. Culto y ligero (interesado por el arte —Gilgamesh, Ensor…—, por el jazz, ilustrador de clásicos italianos —Calvino, Rodari…—, y creador de obras propias ajenas a toda pompa), Antinori dibuja con regocijo, sus figuras son plásticas, risueñas, de aspecto sencillo y vibrante. Trabaja con pocos colores, planos y bien mezclados, imita el trazado infantil, quizás porque su espíritu mantiene la ductilidad de los niños (una desvergüenza absoluta, un desparpajo capaz de dibujarlo todo y disfrutar con ello). Los dibujos de Antinori suelen presentarse “haciéndose”, como si el lector pudiera verlos crecer, de ahí que parezcan extraordinariamente vivos, dotados de esa “naturalidad” con la que volaban, por ejemplo, los ángeles de Giotto. Ese “ver cómo están haciéndose”, ver cómo son y cómo se modifican las cosas (los trazos no son definitivos, en su constitución manifiestan que en cualquier momento podrían borrarse) es lo que los dota de una “gracia”. En esa “gracia” reside su encanto y su valor: transmiten a quien los ve la posibilidad de situarse en un mundo inacabado y dinámico (quizás por ello pueda viajar al pasado con absoluto desparpajo, consciente de salir inmaculado, elástico y joven). Las formas y los colores brincan, son inquietos como ardillas. "El final vuelve a presentar un principio, de nuevo la posibilidad de volver a hacerse. Es la principal lección que nos ofrece la imaginación de Andrea Antinori" Todo ello se aprecia en El naranjo, donde este arte de viveza de los dibujos se transfiere también a la trama. Esta es sencilla, como no puede ser de otra forma. Un juvenil naranjo al que vemos nacer en las primeras páginas (sobre un fondo blanco impoluto restalla el color) decide tomarse venganza de aquéllos que lo merman (los pájaros que pican sus frutos, el jardinero que poda sus ramas, la oruga que masca sus hojas, el perro que orina en su tronco…). El lector comprobará cómo el árbol “toma vida” (lo que ya anunciaban el color y el trazo se dibuja ahora, de repente, como rostro en la corteza), se desatan las raíces y el naranjo puede echarse a correr. A partir de ahí comienza el disparate, la gracia del “hacerse la historia” de nuevo ante los ojos que la siguen página a página: una persecución de cine mudo donde el naranjo es capaz de saltar sobre un transatlántico o subirse a un avión huyendo de la policía. Como ocurre en la vida, siempre hay un nuevo empezar. El final vuelve a presentar un principio, de nuevo la posibilidad de “volver a hacerse”. Es la principal lección que nos ofrece la imaginación de Andrea Antinori: la dimensión alegre de la vida es la de una fe carnavalesca, siempre viva y en movimiento, la fe en un continuo renacer y muda de las formas.

José Antonio Escrig Aparicio

"El naranjo ha crecido y ofrecido sus frutos en esta tierra, es testigo de todo lo que pasa alrededor y, en consecuencia, también "sufre" las ocurrencias de todo aquel que deambula por sus territorios o busca aprovechar sus virtudes. Un perro incontinente, los pájaros hambrientos, un jardinero caprichoso, los insectos de la primavera... Hasta que llega un momento en el que la paciencia del protagonista se acaba. Es entonces cuando asistimos a su planificada venganza y posterior huida, un periplo descacharrante en el que nos cruzaremos, entre otras cosas, con personajes que seguro conoces y emociones poco habituales para un árbol. ¿Echarán de menos todos los personajes de esta historia a su fuente inagotable de satisfacciones? Un imaginativo y muy divertido relato, cincelado bajo el peculiar y muy reconocible estilo del joven artista visual italiano, que ya nos sorprendió con sus propuestas en títulos como La ciudad de las listas, Contar o La entrada de Cristo en Bruselas, entre otros, al ritmo de unas pocas palabras, suficientes para dotar de gran ritmo a la acción y despertar la curiosidad y el buen humor en todo aquel lector curioso que se sumerja entre sus páginas".

Canal Lector

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